Aprendí a parar y descubrí que si paraba no corría peligro la paz del mundo, como dice Aline Snel en “El despertar de la ranita”. Me hizo mucha gracia cuando lo leí porque yo tenía muy interiorizado que parar no iba conmigo, que siempre hay que estar haciendo algo. Esta creencia me ha acompañado durante mucho tiempo con beneficios y con costos. Me ha servido para hacer muchas cosas, lograr objetivos, estar siempre dispuesta, llegar a todo… y también ha tenido costos, que no vi hasta que la desafié, costos que cada vez me pesaban más, ya que me sobre exigía demasiado, me agobiaba con tantas cosas que quería hacer, no sabía estar sin hacer nada y no me daba permiso para descansar.
El estar siempre haciendo algo me impedía preguntarme cómo estaba, cómo me sentía, si estaba haciendo realmente lo que quería o me estaba dejando llevar, si estaba cansada, contenta, triste… nunca me lo preguntaba, no había momento para ello.
Cuando hablo de la conexión con nosotros mismos me refiero a esto, al espacio donde podemos escucharnos y ser honestos con nosotros, donde nos preguntamos cómo estamos realmente y conectamos con lo que nos pasa, con nuestra rabia, alegría, miedo… donde podemos celebrar nuestros logros, ver el camino recorrido, hacia donde queremos ir y lo que estamos haciendo por conseguirlo.
Y este espacio solo lo encontramos cuando paramos un momento y nos detenemos, cuando nos permitimos un respiro, es ahí cuando podemos escucharnos y aprender a conocernos.
Mi lema “Pausar para seguir” me recuerda precisamente eso, que necesito parar para escucharme y conectar conmigo, es un alto en el camino que me da el respiro que necesito para seguir.
Te invito a que te detengas un momento cuando termines de leer estas líneas, tomes aire y por un ratito te escuches…