“Había una vez un gato miedica que no se subía a los árboles, por si acaso no podía bajar.

No saltaba demasiado alto, por si se hacía daño al caer.

Tampoco perseguía ratones, por si tropezaba al correr.

Ni jugaba con los ovillos de lana, por si se enredaba las patitas.

Ni se lavaba más de la cuenta, por si se tragaba demasiados pelos.

Ni sacaba las uñas, por si se arañaba sin querer.

¿Y sabes qué?

Este gato vivió muchos años, pero cuando murió, aún tenía sus siete vidas por estrenar.”

El gato del relato se limitó a existir, pero nunca vivió, ¿es el gato acaso un animal que no salta, que no persigue ratones, que no saca las uñas, que no juega con ovillos?

Vivir requiere la valentía de arriesgarse, y la valentía no es ausencia de miedo, sino tomar consciencia de que hay algo por lo que vale la pena arriesgarse.

¡La vida es para vivirla aquí!

Este relato nos permite preguntarnos si realmente estamos viviendo o si nos dejamos atrapar por el miedo a arriesgarnos y vivir como nos gustaría. Cuando nos dejamos atrapar por el miedo vivimos con inercia, resignados, nos dejamos llevar, y sentimos envidia hacia los que sí viven, es un simple existir. Conocer nuestros miedos y aprender a superarlos nos permitirá avanzar y ser protagonistas de nuestra propia vida, y entonces, sí estaremos viviendo.